miércoles, 17 de julio de 2013

UN ANTIGUO EDIFICIO SE RENUEVA



Muy atrás en el tiempo quedaron las épocas del boliche New York- New York, cuando el Hotel Oceanía era reconocido por ser un lugar de esparcimiento nocturno y un punto obligado de visita para turistas. Everli Rodríguez, el antiguo dueño del hotel tres estrellas, supo ofrecer una sala de juegos con slots, salón de té y hasta espectáculos en vivo. Pero en octubre de 2010 la propiedad fue adquirida por Union Properties Group (UPG) –empresa liderada por el empresario uruguayo Juan Sartori y que forma parte de Union Group– con la intención de reformarlo y transformarlo en viviendas de lujo.
La inversión para vivir en el nuevo Edificio Oceanía oscila entre los U$S 800.000 y U$S 1.600.000, ya que todos los apartamentos tienen distintas características: hay lofts, dúplex y triplex, que ocupan desde 150 metros cuadrados hasta 300 metros cuadrados. Sin embargo,  todos mantienen una de sus características más llamativas: la gran vista a la rambla de Punta Gorda y Malvín. Las once unidades de lujo serán construidas con materiales de primera línea como aberturas traídas especialmente de Italia y mármol de carrara para los baños. 
Los futuros propietarios tendrán acceso a una piscina interior, sauna, terraza con solárium, dos plazas de estacionamiento, portería las 24 horas del día y entrada tanto por la calle Mar Ártico como por la rambla. Además, contarán con la tecnología más moderna en cuanto a control de accesos y seguridad.Las obras comenzaron en julio de 2012 y se estima terminarán en marzo de 2014. Hasta el momento ya se vendieron cuatro unidades.
Alta demanda
El director de UPG, Santiago Hughes, explicó a Café & Negocios que cuando decidieron invertir U$S 10 millones –con capitales uruguayos y extranjeros–  para comprar y reciclar esta propiedad, el público objetivo al que apuntaban eran extranjeros. Sin embargo, las cuatro unidades ya colocadas fueron compradas por “exitosos empresarios uruguayos”.Mientras Café & Negocios realizaba una recorrida por las obras, el teléfono de Hughes sonó unas cuantas veces. “Son interesados que llaman para averiguar por los apartamentos”, explicó el empresario.
La arquitecta y project manager del proyecto O2, María Noboa, contó que la venta de uno de los apartamentos se produjo de forma muy “espontánea”. “Una señora  pasó caminando por la rambla y vino a preguntar qué se estaba haciendo. Entonces decidió que quería vivir ahí y lo compró”, explicó. Aunque UPG trabaja con varias inmobiliarias, apunta a una venta más personalizada, y ya existe una lista de potenciales compradores para analizar. La proyección es vender un 60% de las unidades antes de que finalicen las obras.


Reciclaje y vanguardia 
“Cualquier taxi que te tomes en Montevideo y le pidas que te lleve al Oceanía sabe dónde queda. En la mentalidad de la gente está la idea de que es el mejor lugar de Montevideo”, contó Hughes. Teniendo en cuenta que el hotel Oceanía fue un lugar emblemático, se trató de mantener los rasgos del edificio original como las ventanas  circulares y el diseño de la fachada. “En el diseño se buscó algo muy vanguardista y contemporáneo, con espacios amplios que apuntan a  un estilo de vida moderno”, dijo Noboa. 
El edificio original fue construido por la empresa de los famosos Ramón Bello y Alberto Reborati, en la década de 1930. La antigüedad de la obra y la falta de planos trajeron algunos problemas a la hora de reciclar la propiedad para comenzar a construir.“Hacer un reciclaje siempre es más complicado que generar un edificio de cero. Este edificio en particular está asentado sobre roca, entonces, para hacer el parking tuvimos que excavar. Hubo muchas dificultades técnicas”, explicó la arquitecta Noboa.
Otro punto complicado fue que todos los apartamentos tienen dimensiones y espacios distintos.“Hacer un edificio uniforme es más fácil porque construís uno de los apartamentos y luego replicás todo igual hacia arriba. Pero este no fue el caso”, concluyó Noboa.UPG contrató a varios consultores en rubros como iluminación, estructura y sanitaria, ya que la idea original era “no escatimar en costos para aggionar un edificio que es histórico al resto del barrio”, concluyó Hughes.

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