De acuerdo al Índice Global de Innovación 2013 (elaborado por la
Universidad Cornell, la escuela de negocios Insead y la Organización Mundial de
Propiedad Intelectual), Uruguay pasó del puesto 67 a nivel mundial al 52. A
nivel de América Latina y el Caribe quedó 4° detrás de Costa Rica (puesto 39 en
el mundo), Chile (puesto 46 a nivel global) y Barbados (47 en el mundo).
El mejor del mundo es Suiza y lo sigue Suecia.
La mejora de Uruguay se dio en aspectos institucionales (donde se ubicó
45 en el mundo) pero sigue rankeando muy mal en sofisticación del mercado
(puesto 119) debido al acceso al crédito, principalmente.
"Tuvimos una mejora muy grande, pero podríamos estar muchísimo
mejor aún", dijo a El País el consultor en temas de innovación, Diego
Vallarino.
Para este economista que asesora en la temática a la Unión de
Exportadores, empresas locales y algunos países de la región, la clave está en
"los instrumentos" que las políticas públicas ponen a disposición del
sector privado para desarrollar la innovación.
Sería necesario "utilizar instrumentos más adaptados a la
época" ya que los actuales "estuvieron bien hace seis años, pero hoy
necesitamos otra cosa", afirmó Vallarino.
En ese sentido, el Índice Global de Innovación 2013 incluyó un capítulo
dedicado a la experiencia de Uruguay en la materia.
"En 2007, por primera vez, Uruguay incorporó a su agenda política
el desarrollo sistemático de un sistema nacional de innovación con el fin de
promover el desarrollo productivo y social", explicó el autor del
capítulo, Fernando Amestoy del Polo Tecnológico de Pando. Ello implicó la
creación de un gabinete de la innovación y de la Agencia Nacional de
Investigación e Innovación (ANII).
"Los resultados obtenidos hasta el momento son alentadores: la
capacidad de generar conocimiento endógeno se ha reforzado", sostuvo
Amestoy.
Entre 2008 y 2011, la ANII "inyectó recursos en el sector
productivo uruguayo a través de 10 instrumentos horizontales de subvención,
dirigidos a todas las empresas del sector formal de la economía", indicó.
Pero, agregó, "un análisis de los informes ANII muestra que las
subvenciones para promover la innovación se están dando a las empresas más
dinámicas que ya cuentan con un fuerte perfil innovador".
Esas "políticas de innovación están atrayendo a los ganadores que
no necesitan de la política de apoyo", lo que aporta "más evidencia
de la fuerte necesidad de avanzar hacia una nueva generación de
instrumentos" diseñados "para facilitar el aumento de la
competitividad, la internacionalización y la adecuación tecnológica de las
empresas", señaló Amestoy.
Para Vallarino la clave está en que los subsidios a la innovación
"son muy burocráticos". Esto lo ve cuando habla con el sector
privado. "Te dicen que no hay incentivos", aseguró.
A su juicio, acceder a un subsidio de la ANII es complejo porque se le
pide al proyecto antes de ponerlo en práctica que sea rentable, cuando en la
innovación eso es difícil de asegurar. Por eso, sostuvo que "la ANII tiene
un presupuesto para aplicar subsidios que no lo está utilizando enteramente".
"Sin subsidio, el empresario no va a hacer ninguna innovación, está
teóricamente probado", dijo el consultor.
Por eso propone un nuevo instrumento por el que el beneficio sea
"mitad en subsidios y mitad en beneficios fiscales".
Esto sería que el Estado subsidie la mitad de la inversión en innovación
y si la misma es exitosa y genera rentabilidad se le otorguen beneficios
fiscales. De esa forma se promueve al privado a arriesgar, porque si va a hacer
un nuevo producto, va a tener sobrecostos, explicó.
Problemas regionales y apuesta a maquinaria
"Se dio la coyuntura de que todos los países de América Latina
tienen los mismos problemas, así que si mejoramos los instrumentos podríamos
pasar" a los líderes en la región, dijo a El País el consultor en temas de
innovación, Diego Vallarino.
De hecho, la falta de financiamiento es una barrera importante para la
inversión en innovación en empresas de América Latina y el Caribe, sostuvo.
"El porcentaje de empresas que recibieron financiamiento
público" a la innovación "alcanzó al 1% en Uruguay, el 5% en Colombia
y en Argentina, el 6% en Brasil y el 8% en Chile, el más alto en la
región". Pero comparado con Europa esas cifras lucen bajas. En Alemania y
Francia el 13% de las empresas recibieron financiamiento público a la innovación
y en países menos desarrollados el porcentaje es mayor como en Bélgica (17%) y
Austria (25%).
Otra problema de la región, con excepción de Costa Rica, es que la
innovación de procesos es más frecuente que la innovación de productos indicó.
"En Uruguay lo único que hacemos es invertir en maquinaria",
cuestionó Vallarino.
De la inversión en innovación, el porcentaje que las empresas uruguayas
destinan a investigación y desarrollo es de solo 3,9% cuando el promedio de la
región es 10,9%.
Vallarino destacó que innovar puede producir mejores resultados. Hoy,
"ir un eslabón más en la industrialización de un producto destruye
valor" porque el empresario ve "menor rentabilidad" que la que
tenía con menos industrialización, afirmó. Ahora, si se quiere vender el mismo
producto de forma diferente "es donde entra la innovación", indicó.
Fuente: El País.